jueves, 26 de febrero de 2015

El corazón de las comunas


La ciudad contraste de comunas 



Ante la palabra comunas, cada quien construye imaginarios, pregunta, se responde, guarda silencio. No todas las comunas son iguales; hay comunas a las que se accede fácilmente, siendo la única preocupación de las personas los trancones y perder la paciencia, mientras se movilizan en sus carros, pues la infraestructura vial es pésima, propia de una ciudad mal diseñada. A pesar de este caos, estas comunas son afortunadas; en sus alrededores se levantan grandes teatros, el peatón cuenta con un espacio para caminar, ciclovías, espacios adecuados para eventos de cualquier tipo. Los domingos, la Avenida El Poblado es de uso exclusivo para los caminantes que salen con sus perros de todos los pelajes y razas o con sus hijos que aprenden a montar en bicicleta, mientras sus padres los siguen de cerca, atentos a sus movimientos de aprendices. Es una fiesta maravillosa para desestresarse del trabajo de la semana.




En el sur de la ciudad, en muchos de sus barrios y municipios cercanos, inclusive en otros barrios residenciales, se hace más respirable la ciudad, adornada de frondosos árboles. Sus habitantes, muchos de ellos, son profesionales, tanto hombres como mujeres, y pueden alcanzar un alto nivel de subsistencia.
En la medida que se avanza hacia el norte el paisaje se va tornando gris. Las montañas a lado y lado del río se convierten, como muchos dicen, en un extenso pesebre en el que pulula la miseria y que en las noches parecen estrellas iluminando la ciudad; cualquier extranjero que desconozca la realidad o un corazón romántico, al contemplarla en la distancia, puede sentir que es una experiencia indescriptible, y lo es, pero la alborada llega y la claridad del día nos pone de nuevo ante una ciudad que gime. Este contraste entre el norte y el sur, me recuerda la vez que visité Rocky Point en México: pasando la frontera de Arizona, apenas a unos minutos, descubría con asombro que estábamos en una ciudad cualquiera de Latinoamérica, en su periferia, en la miseria.






Somos ajenos al palpitar de la ciudad que despierta tímida entre el verde de las montañas. Ver desde la Comuna ocho, desde el colegio Joaquín Vallejo, la ciudad de Medellín, llena de edificios, no deja de ser un contraste de habitantes, de viviendas, de oportunidades, de comunas. Es como si dos ciudades se erigen en medio de alegrías y llanto; llenas de contradicciones y esperanza, de violencias que se adormecen y despiertan. Fronteras, no solo invisibles, fronteras de ubicación geográfica y laboral.



Mujeres que buscan otros caminos

En las comunas de la periferia las mujeres que van a trabajar se despiertan muy temprano. Todos los días, a las cuatro de la mañana o faltando un cuarto para las cinco, abandonan a los hijos pequeños, a los hijos adolescentes, los dejan a su libre albedrio, porque no hay quien se quede con ellos, a no ser una vecina que les eche ojito de vez en cuando. Entonces se descuelgan de las laderas de la ciudad, en busca del colectivo que las baje al centro por calles en carrusel, estrechas y peligrosas, por donde difícilmente se camina.
Cuando llegan al centro, se desplazan a otros barrios a cumplir con sus labores diarias de encargarse de los bebés o los hijos adolescentes de otras mujeres, las ejecutivas, que a su vez acuden a las grandes empresas a cumplir con sus labores de oficinistas, empresarias y muchas otras profesiones. La diferencia entre estas mujeres radica en que las primeras viven en la zozobra, de qué estarán haciendo sus hijos, que carecen de lugares para jugar o aprender algún oficio, estando además a la deriva.

Uno aprende a hacer lo que ve hacer a las figuras cercanas, es así como se puede aprender un arte, o se aprende a reproducir la pobreza y a ejercer los oficios que los padres ejercen, sin desconocer que cada quien también pone su grano de arenan para construir lo que sueña. No obstante, a la gran mayoría de estas mujeres les queda difícil construir un sueño, pues  un gran número de ellas, son empleadas domésticas, trabajan por días o tienen sus pequeños toldos de frutas en el centro, venden minutos o ejercen la prostitución. Lo que nos permite deducir, que las oportunidades de acceder a la educación secundaria o superior son poco probables, en contraste con otros sectores poblacionales.

Estas madres, cabeza de familia, con varios hijos por alimentar, un padre ausente o un padrastro, terminan siendo las supermadres que no alcanzan a cumplir las funciones con sus hijos, porque ya lo hacen con hijos ajenos y llegan agotadas a continuar las labores en casa, a ingeniárselas para estirar los tres pesos que ganan. Y alguien podría decir que este es un cuadro melancólico de la realidad del país. Y yo diría sí, y agregaría, esa es la realidad. Mujeres con oficios humildes, porque también hay otras que trabajen en fábricas. Todas ellas con baja remuneración. Estas son las opciones que el mercado laboral les ofrece.   

Mujeres, a las que les daría el calificativo de “Heroínas de la vida diaria”, invocan historias, experiencias duras, otras bellas; habitantes de las comunas de la periferia, adolecen de escenarios deportivos, de calles amplias para caminar, de teatros, de eventos grandes que las pongan en contacto, a ellas y a sus hijos, con la cultura. La cultura como una opción  para tramitar una parte de la agresión, otras alternativas distintas a las armas.    
Las posibilidades de mejorar su calidad de vida son mínimas, pero esto no es una regla inamovible, a grandes hombres y mujeres, la violencia y la miseria no los ha detenido. Cada ser humano tiene una respuesta particular, de sobreponerse o sucumbir a los sucesos que marcan su vida.
Uno podría creer que estas mujeres apenas tienen energía para continuar sus labores en casa, sin embargo, cuando vemos la vitalidad que tienen, aún las de sesenta años, nos toca aceptar que nuestra percepción está viciada y que muchas de ellas quieren cualificarse.

El Estado, los políticos, los grupos que se adueñas de estos territorios y que mueven grandes capitales económicos son responsables del bienestar de estas comunas, que requieren de inversiones en infraestructura, de desarrollo urbanístico, aunque estas palabras puedan causar gracia a algunas personas, o será qué el desarrollo solo es posible en lugares privilegiados. Dónde queda una mejor calidad de vida para todos. Y a nosotros, como sociedad civil, también nos compete interrogarnos sobre nuestro compromiso con estas comunidades.


La participación que cada quien haga desde sus saberes, la podemos llamar responsabilidad social. Muchos grupos de artistas, trabajadores sociales, psicólogos, otros profesionales y corporaciones, hacen su apuesta en estas comunas, visualizando en las mujeres un espíritu abierto, creativo y aguerrido, a pesar de situaciones extremas a las que se enfrentan. La respuesta de ellas frente a la intervención social y ante las manifestaciones artísticas que se promueven, casi siempre, es de acogida y de lealtad con esos hombres y mujeres que creen en ellas. 

   
La escuela busca a la mujer adulta

Todo lo dicho, anteriormente, no es en vano. Algunos podrían pensar que las mujeres de las comunas de la periferia, no les interesa educarse. A lo mejor muchas no tengan interés en aprender, pero también las hay que le apuestan a la educación. No quiero dejar pasar por alto el contacto que tuve con las mujeres de la Comuna Ocho y otras comunas periféricas de la ciudad de Medellín. Para demostrar que en estas comunas se puede despertar el interés por el mundo del conocimiento y el arte.

En muchas ocasiones, he realizado talleres y asesorías psicológicas en distintas comunas, pero la experiencia con las mujeres del programa La escuela busca a la mujer adulta, a finales de 2013, marcó la diferencia. Fue cuando me dije que los seres humanos somos de discursos frente a lo que acontece en la realidad colombiana, porque otra cosa es vivir al límite del horror, del hambre, de lo tragicómico; pero en estas mujeres  también está la risa y la espontaneidad.
Y es en pleno corazón de la Comuna Ocho, que a pesar de los encuentros y desencuentros existenciales, del laberinto de las angustias y la subsistencia, estas mujeres construyen un tejido colectivo y se movilizan en torno a su propio crecimiento. Ellas, con hijos crecidos, nietos o niños pequeños, disponen de los fines de semana (sábados y domingos, de siete de la mañana a cinco de la tarde) para aprender a leer y escribir e insisten, aunque les cueste lágrimas; en un objetivo claro, terminar el bachillerato.    

El programa La Escuela busca a la mujer adulta, es interesante porque los niños de estas madres, también asisten los sábados y domingos. Para ellos hay una jardinera que cumple sus funciones, mientras en otras aulas ellas reciben clases. Pero este año no hubo más ayuda y los niños no pudieron acudir. Tampoco hubo refrigerios y almuerzos, los talleres de asesorías psicológicas y jurídicas. Aun así, las mujeres siguieron asistiendo, no todas, porque no tenían quien cuidara a sus hijos, alguien de confianza, porque el abuso sexual de menores es frecuente, muchas de ellas también han sido abusadas sexualmente. Solo a comienzos del mes de agosto, la Alcaldía de Medellín, a través de la Secretaría de las Mujeres, contrató como operador a La Escuela Empresarial de Educación, la cual viene cubriendo estos ítems, fundamentales en el fortalecimiento efectivo de los procesos educativos. De ahí la importancia de contar desde el comienzo de año con toda la infraestructura logística y de profesionales que requiere el programa.


Para las mujeres el programa de educación La escuela busca a la mujer adulta,  que se desarrolla en las comunas 4, 6, 8, 60 y 70 de Medellín, que lidera la Corporación Cedecis, desde hace muchos años, les ha brindado momentos de alegría, a más o menos seiscientas o setecientas mujeres que se matriculan cada semestre y que pueden compartir con otras mujeres un interés común, el estudio. Aguardan el fin de semana con emoción, porque sienten que hay un espacio para ellas, siendo acogidas por lo que son, estableciendo grupos de estudio y de solidaridad, y cuando las fuerzas desfallecen y el dolor y el luto se vuelven cotidianidad, ellas están ahí para acompañarse o para ayudar cuando un tema explicado por el docente no es entendido.

Tuve la oportunidad de trabajar con ellas en talleres y asesorías psicológicas. También les leí poesía a más de 190 mujeres en la Comuna Ocho, al igual que en las otras comunas que hacen parte del programa. Antes habían tenido un acercamiento a la escritura como una manera de resignificar el cuerpo y sus experiencias a través del proyecto La letra con amor fluye, el cual era liderado por la poeta, lamentablemente fallecida, Piedad Morales. Con este proyecto las mujeres se atrevieron a escribir sus historias o las de alguna vecina, como una manera de exorcizar los fantasmas que las rondan.


  

Sabiendo de antemano, que a ellas les gustaba que les leyeran poesía, aproveché, a finales del 2013, la oportunidad de llevarles a algunos poetas. En esos días se estaba realizando un encuentro de Edita en el municipio de Envigado, y conociendo la capacidad receptiva de estas mujeres para la poesía, me atreví a invitar a dos poetas españoles que vinieron al encuentro: Uberto Stabile, organizador de Edita, e Inma Luna. Los invité a subir loma arriba, hasta el colegio Joaquín Vallejo, a compartir con las mujeres del programa su poesía. Les aseguré que pocas veces uno se encuentra con un público tan maravilloso a la hora de hacer una lectura. Me constaba, y ellos creyeron en lo que les decía.



Yo estaba convencida de que sería un encuentro afortunado para las mujeres como para los poetas. Porque cuando la escritura explora ese mundo subterráneo de extravíos y dudas, de alegrías y angustias, siempre los hombres y mujeres estarán dispuestos a escuchar eso que resuena del otro y se hace propio. Ernesto Sábato en el Escritor y sus fantasmas hace referencia a Dostoievski y argumenta que cualquier tipo de arte, que devele el yo, conmueve el corazón de los hombres, los desnuda, los pone en evidencia. El arte, prosigue él, exorciza los demonios enclaustrados en el abismo para hacer catártico ese momento de impotencia que se retrata y va más allá, agregando que en las obsesiones, parecidas a la de los lectores, vivifica sus desvaríos.

Un país lector es posible

No soy ilusa para creer que el arte transforma el mundo, pero sí me es claro que todo ser humano necesita asirse a algo que lo nombre, que lo haga vibrar. Y cualquier manifestación del arte deja entrever un mundo alterno a la violencia que alimenta los barrios, porque necesitamos pertenecer a algo que nos dé identidad, un lugar en el mundo. Buscamos puntos de contacto con los otros, y el arte favorece esa necesidad de aceptación y camaradería. El arte ficciona la realidad o la ficción nombra lo siniestro o lo hermoso del mundo, la otra alternativa que queda para los jóvenes en los barrios son las armas…
Por eso, acercar a estas mujeres a la poesía se convirtió en un lugar para el asombro de los poetas que estuvieron allí. Estas mujeres, entre 16 y 60 años, siguieron la lectura sin apartar los ojos de ellos. Veían sus vidas reflejadas en los poemas, esas eran sus vidas, trenzadas por otras manos, como si no supieran que ellas mismas podían tejer en su propia rueca los sueños. Ni un suspiro se escuchaba mientras ellos leían. Algunas mujeres leyeron sus propios poemas, se atrevieron a hacer preguntas, otras pidieron la dirección de Facebook y que les dejaran algunos de sus libros.



Después de la lectura, los poetas se miraban conmovidos, el mismo Jairo Trujillo, director de la revista virtual Gotas de tinta, que nos acompañó, nos miraba sorprendido. Ellas no querían que se fueran, pedían continuar con la lectura. Fue un momento de catarsis, el nombrarse dolores y desgarramientos interiores iguales a los de ellas, los poemas nombraban lo que sentían. La emoción se tomó el improvisado escenario de un aula de clase. Se tuvieron que conformar dos grupos, dos lecturas. Ellos no esperaban un público tan genuino y especial.

Entonces, será qué en Colombia es posible un público lector, será qué es necesario familiarizar a la población general con la poesía, con el cuento y con las demás manifestaciones artísticas. Crear teatros, auditorios, grandes escenarios deportivos, eventos cuyo centro de acción sean las comunas y no actividades alternas a un evento central que se hace en los lugares de siempre y a los cuales no pueden desplazarse los habitantes de estos barrios.
Pero el arte no es suficiente para cerrar la brecha gigantesca entre riqueza y pobreza, entre oportunidades de futuro o no, entre salarios y actividades económicas. Es fundamental ofrecerles capacitación en diferentes campos para mejorar sus condiciones de vida, opciones laborales que contribuyan a una vida más digna, en otras palabras, se necesita de Educación, pero también de Asesoría psicológica, en una sociedad azotada por la violencia y que está en la búsqueda de la paz. Sin embargo, no podemos ser soñadores y creer en la utopía de que todo es posible, que la transformación de la sociedad puede hacerse de manera rápida.

Esto también va para los profesionales de las ciencias sociales, que se muestran decepcionados y hasta con altos grados de angustia, cuando las comunidades no responden a sus esfuerzos. Hay que entender que el deseo de los individuos de una comunidad potencia los procesos, y más si se generan empatías con los que lideran los proyectos. Igualmente, hay que entender que las maneras de gozar de las personas, el sufrimiento que se hace una manera de existir limitan los procesos.

Teniendo en cuenta esta complejidad de lo humano, Uberto Stabile y yo, pensamos que los artistas deberíamos tomarnos las comunas, sensibilizarlas en torno al arte. Se nos hizo urgente un derrotero que no se quedara solo en esas lecturas poéticas que hicimos. Nos urgía pensar en una propuesta permanente. Entonces, me propuso hacer una convocatoria a nivel mundial, de solidaridad con estas mujeres, para que les llegara una postal, proyecto que denominamos Arte correo Medellín. Igualmente, queríamos realizar un festival en pleno corazón de la Comuna Ocho, inicialmente, luego en otras, pero este proyecto por muchas circunstancias no fue posible realizar, esperamos que los vientos sean propicios en otro momento.

Les comparto algunas de las postales que nos llegaron de varios lugares del mundo: España, Brasil, Portugal, Colombia. Postales de solidaridad, animando a las mujeres en su deseo de aprender a leer y escribir, terminar su bachillerato y aspirar, luego, a la capacitación en algún oficio. Ahí van algunas de ellas y algunas y fotos de la lectura de poemas.